Tras 10 días de viaje, el grupo había empezado a perder integrantes. Primero había sido el largo Javier, y luego fueron Idoia y el tipo bilbaino los que abandonaron el barco en la ciudad de Flores. En el 10º día llegábamos al bello lago Atitlan, lugar en el que el Bolón y la parejita Luiza-Pujol nos dejaron hasta más ver a 4 personajes que no querían dar por terminado el viaje: Petra, Moreno, Uretra y mi negra persona que comenzaron un mini-viaje de 3 días patrocinado por “Cervezas Gallo” y “Almacenes El Pestuzo”.
Para mi esta parte del viaje suponía un riesgo, ya que al tener la tez oscura y no poder flotar, el hecho de estar rodeado de agua durante 3 días suponía un riesgo innecesario!
Llegamos un domingo y ya desde el principio se veían dos tendencias en los integrantes del grupo: 2 que queríamos templos a toda costa, y otros 2 más partidarios de la tranquilidad (aunque a petra no hacía mucha falta insistirle, es un buen hombre de farra). La 4ª persona, Uria, ahora más conocido por Inerto por su condición de ser inerte y sin vida, mas partidario de la vida como ermitaño y del movimiento nulo del ser humano, lo teníamos en contra, pero ello no fue obstáculo ninguno para salir (o intentarlo) las 2 noches que pasamos por estos parajes.
Durante el día pudimos disfrutar de la belleza de este lago, aunque no sea comparable con otro tipo de bellezas con curvaturas. Teniendo como base social el pueblo de San Pedro, pudimos descubrir otras pequeñas a la par que recónditas y bellas poblaciones, de las que la cerveza Gallo no me ha dejado acordarme; mientras Uria se nos iba muriendo en el camino, moreno atascando wc uno tras otro, y petra y mi persona pudimos disfrutar de unas exquisitas quesadillas del primer cocinero centroamericano con Estrellas Michelin. Todo esto, siempre acompañado de la exquisita y deliciosa cerveza Gallo, que hizo en todo momento el viaje más ameno.
Quitando los intentos de salidas a templos nocturnos, el resto del tiempo fue un pestuce bastante importante (para alborozo de Inerto), con la curva de máxima actividad en los momentos en los que nos deslizábamos con el Kayak por las gélidas aguas del bello Lago en busca de algún pez, ballena, oso polar o similar que llevarnos a nuestro hambriento gaznate.
Fue un bello viaje, y lo cierto es que el Lago Atitlán tenía muchas cosas bonitas, pero nada comparable con lo que pudimos ver días después en un templo maya conocido como “Mono Loco” en Antigua. Buen bakailu si señor.
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