
Eran las tantas de la madrugada, cuando uno de ellos se me acercó. Empezó a realizar un extraño zumbido al cual yo repliqué con un pequeño golpe. Era grande, de raza negra. A pesar de mi golpe siguió merodeando. Yo le volví a golpear aunque esta vez creo que no acerté. Muchos de sus secuaces se acercaron y se sumaron a la refriega. Sin lugar a dudas, tenía todas las de perder. Y de hecho perdí, sólo hay que verme la cara. Golpee y golpee, pero no hacían más que rodearme y yo no podía ya acertarles un golpe. Menos mal que con un rápido movimiento pude deshacerme de ellos. Dichosos mosquitos!! La próxima vez me compro una mosquitera.
Tanta carne para elegir y te tienen que golpear ahí.
ResponderEliminarya te alimentas debidamente?
ResponderEliminar